Julia Díaz

Dos retratos uno con nombre y apellido, y el otro titulado con el sobrenombre, uno realizado académicamente y el otro con un trazo más expresivo.
En el primero Madeleine, nos observa fijamente con una mirada sostenida y segura, pero en el segundo La Panchita, tiene su mirada perdida, y su expresión corporal parece estar distraída o nerviosa.
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La primera parece tener un vestido con hombreras, y la segunda la observamos descalza y con ropa amplia como si no fuera de su talla.
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La primera con un fondo liso, y en la segunda nos muestra ropa tendida al fondo y un guacal roto junto a ella, vemos su precario contexto.
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Dos retratos de niñas, que reflejan claramente una diferencia social, pero además un proceso de desarrollo hacia una pintura más expresiva por parte de la artista.

Dos retratos uno con nombre y apellido, y el otro titulado con el sobrenombre, uno realizado académicamente y el otro con un trazo más expresivo.
En el primero Madeleine, nos observa fijamente con una mirada sostenida y segura, pero en el segundo La Panchita, tiene su mirada perdida, y su expresión corporal parece estar distraída o nerviosa.
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La primera parece tener un vestido con hombreras, y la segunda la observamos descalza y con ropa amplia como si no fuera de su talla.
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La primera con un fondo liso, y en la segunda nos muestra ropa tendida al fondo y un guacal roto junto a ella, vemos su precario contexto.
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Dos retratos de niñas, que reflejan claramente una diferencia social, pero además un proceso de desarrollo hacia una pintura más expresiva por parte de la artista.

En estas obras queda más clara la evolución técnica a través de los años, desde formas más geométricas y delineadas a otras que se van suavizando y se vuelven borrosas, gracias a los trazos cada vez más expresivos. La obras muestran cómo problemáticas sociales como pobreza y desintegración familiar; con el paso de los años las escenas se vuelven más dramáticas; siendo coherentes con su contexto, pues estas obras cronológicamente nos acercan a la guerra civil.

En estos retratos de familia sin figura paterna, observamos a la mujer como eje que reúne a los más pequeños, siendo la figura materna la que cría, cuida y protege a los niños y niñas, incluso ante la muerte; como a la que hace referencia la pintura “Maternidad” de 1981, año en el que el país a se encontraba en guerra civil y donde el rostro del infante se presenta azul como si se tratara de un cadáver.

En estas obras queda más clara la evolución técnica a través de los años, desde formas más geométricas y delineadas a otras que se van suavizando y se vuelven borrosas, gracias a los trazos cada vez más expresivos. La obras muestran cómo problemáticas sociales como pobreza y desintegración familiar; con el paso de los años las escenas se vuelven más dramáticas; siendo coherentes con su contexto, pues estas obras cronológicamente nos acercan a la guerra civil.

En estos retratos de familia sin figura paterna, observamos a la mujer como eje que reúne a los más pequeños, siendo la figura materna la que cría, cuida y protege a los niños y niñas, incluso ante la muerte; como a la que hace referencia la pintura “Maternidad” de 1981, año en el que el país a se encontraba en guerra civil y donde el rostro del infante se presenta azul como si se tratara de un cadáver.

En estas obras queda más clara la evolución técnica a través de los años, desde formas más geométricas y delineadas a otras que se van suavizando y se vuelven borrosas, gracias a los trazos cada vez más expresivos. La obras muestran cómo problemáticas sociales como pobreza y desintegración familiar; con el paso de los años las escenas se vuelven más dramáticas; siendo coherentes con su contexto, pues estas obras cronológicamente nos acercan a la guerra civil.

En estos retratos de familia sin figura paterna, observamos a la mujer como eje que reúne a los más pequeños, siendo la figura materna la que cría, cuida y protege a los niños y niñas, incluso ante la muerte; como a la que hace referencia la pintura “Maternidad” de 1981, año en el que el país a se encontraba en guerra civil y donde el rostro del infante se presenta azul como si se tratara de un cadáver.

En estas obras queda más clara la evolución técnica a través de los años, desde formas más geométricas y delineadas a otras que se van suavizando y se vuelven borrosas, gracias a los trazos cada vez más expresivos. La obras muestran cómo problemáticas sociales como pobreza y desintegración familiar; con el paso de los años las escenas se vuelven más dramáticas; siendo coherentes con su contexto, pues estas obras cronológicamente nos acercan a la guerra civil.

En estos retratos de familia sin figura paterna, observamos a la mujer como eje que reúne a los más pequeños, siendo la figura materna la que cría, cuida y protege a los niños y niñas, incluso ante la muerte; como a la que hace referencia la pintura “Maternidad” de 1981, año en el que el país a se encontraba en guerra civil y donde el rostro del infante se presenta azul como si se tratara de un cadáver.

La represión social de los gobiernos militares del siglo XX, poco a poco nos lleva a la guerra civil en la década de los ochentas, es interesante reconocer cómo en la década previa la represión gradualmente va en aumento y en ese contexto Julia Díaz realiza la obra “Mano y cara”, una clara alusión a la reprimenda, silencio, control y represión, que se puede ver acentuada si consideramos el tono gris del rostro, que bien podría ser una referencia a la muerte.

En ese sentido, y ya en plena guerra civil, no es raro encontrarnos con una pintura como “El grito”, en la cual se representa una figura que parece estar envuelta y atrapada en la oscuridad, que grita triste y solitario desde las tinieblas, como si solo a través del grito pudiera acercarse a la luz. Y en la obra, ese silencioso grito se vuelve eterno y lo mantiene iluminado.

La represión social de los gobiernos militares del siglo XX, poco a poco nos lleva a la guerra civil en la década de los ochentas, es interesante reconocer cómo en la década previa la represión gradualmente va en aumento y en ese contexto Julia Díaz realiza la obra “Mano y cara”, una clara alusión a la reprimenda, silencio, control y represión, que se puede ver acentuada si consideramos el tono gris del rostro, que bien podría ser una referencia a la muerte.

En ese sentido, y ya en plena guerra civil, no es raro encontrarnos con una pintura como “El grito”, en la cual se representa una figura que parece estar envuelta y atrapada en la oscuridad, que grita triste y solitario desde las tinieblas, como si solo a través del grito pudiera acercarse a la luz. Y en la obra, ese silencioso grito se vuelve eterno y lo mantiene iluminado.

Ya en los años de la guerra civil Julia Díaz pinta este carrousel donde niños vestidos de blanco no parecen divertirse, más bien se ven asustados y nerviosos, donde los caballos se precipitan y corren en estampida, que arrastra a los niños sin control; quizás hacia un futuro más luminoso pero difuso e incierto.