La mirada del explorador
El paisaje desde las diferentes miradas que lo perciben, exploradores, extranjeros e interpretaciones locales de valles, montañas y volcanes
Muchos paisajes de la pintura nacional están hechos como si estuvieras parado en lo alto viendo hacia un valle, poblado o ciudad y al fondo siempre hay una montaña en el horizonte, como se ve en esta obra de Vollmberg. ¿Lo habías notado?
Los artistas representan lo que ven y aquí hay tres ejemplos de distintas épocas y artistas, donde nos muestran nuestro paisaje montañoso.
En estas pinturas observamos la montaña en el horizonte, un valle o pueblo y desde la altura, una forma común de representar el paisaje. Pero además nos recuerdan los colores cálidos de nuestra estación seca.
En las tres imágenes los artistas representan sus formas particulares de ver desde las “alturas”, la obra de Valero Lecha parece más una foto, la luz es más blanca a pesar de la pincelada más empastada y, en el caso de la obra de Mejía Vides, los colores son más opacos, pues está nublado; además define menos los detalles y; al final, en la obra de Elas Reyes, los colores y el cielo recuerdan al atardecer, pero además, es un paisaje que simplifica las formas, es más abstracto.
¿Y si no fuera lo montañoso del paisaje la única razón para representarlo desde lo alto?
Algunos mapas antiguos de los 1500 fueron hechos por los primeros exploradores y conquistadores de América desde los barcos. En ellos representaban lo que alcanzaban a ver como volcanes, montañas y cordilleras, escribiendo el nombre de algunas al lado, con el fin de ubicarse y facilitar la navegación.
Por ejemplo, en este mapa se representa parte de la costa de El Salvador. Del lado izquierdo, el punto de vista es aéreo para poder observar los territorios cercanos a la costa, algunos pueblos y ríos; pero al lado derecho, se representa desde el nivel del mar, incluso nombrando algunos volcanes como el de San Salvador.
Dato curioso: Mapa atribuido a Louis Chancels de Lagrange; tinta sobre papel, cuyo conjunto de mapas fue robado en 1681 por bucaneros ingleses en la costa de Ecuador. Luego el bucanero Basil Ringrose elaboró unas copias entre 1683 y 1685.
Atribuido a Louis Chancels de Lagrange
Costa de Sonsonate
De Huella colonial en El Salvador, tinta sobre papel,
Referencia bibliográfica:
En los mapas de tierra firme se refleja la fertilidad de las tierras, su distribución y el aprovechamiento para las haciendas añileras de la época. Los hacían para fiscalizar los espacios de producción y comercio.
De nuevo nos encontramos con el valle desde un punto de vista aéreo y las montañas de fondo que representan el volcán de Chinchontepec, aunque no se parecen a sus formas reales.
Mapa del curato de San Vicente, hacia 1640, del Archivo General de Indias. En la cual se numeran las siguientes haciendas y poblados: 1, Villa de San Vicente de Austria; 2, Pueblo Istepeque; 3, Pueblo Apastepeque; 4, Hacienda de Santa Catharina; 5, Hacienda de Cicincico; 6, Hacienda del Rosario; 7, Hacienda San Idelfonso; 8, Hacienda de La Laguna; 9, Hacienda el Tablón del Pico; 10, Hacienda de San Antonio Jiboga; 11, Valle de San Sebastián; 12, Hacienda de San Bartholomé; 13, Hacienda de San Juan; 14, Hacienda de San Bartholomé y las Armas; 15, Hacienda de San Diego; 16, Hacienda de San Francisco; 17, Hacienda de San Jacinto; 18, Hacienda de San Antonio; 19, Hacienda de Santa Quinteria; 20, Hacienda San Lázaro; 21, Hacienda San Phelipe; 22, Hacienda de Concepción; 23, Hacienda de Santa Bárbara; 24, Hacienda de San Phelipe de la Costa; 25, Hacienda Guayoyo; 26, Hacienda de San Andrés; 27, Hacienda de San Francisco de Varillas; 28, Hacienda del Marquesado; 29, Hacienda; 30, Hacienda de los Achichilcos; 31, Hacienda e San Christóbal; 32, Valle de los indios; 33, Hacienda San Pedro; 34, Hacienda de Aquiquiquillo. (Pág. 122 El Salvador Huella Colonial)
A finales de 1600 e inicios de 1700, empiezan movimientos políticos, económicos y sociales en Europa que provocarán la independencia de los países de América y el fin de la época colonial. En las artes vemos esta influencia en el movimiento artístico llamado romanticismo, que incide en la música, la pintura, la literatura y la política.
Y una de las pinturas más representativas del romaticismo es “El caminante entre un mar de nubes” del alemán Caspar David Friedrich; donde el personaje en la cima de la montaña mantiene una pose heroica, cuando en la vida real podría estarse congelando, de manera que se idealiza la figura.
Max Vollmberg fue un alemán que hizo un viaje por Centroamérica pintando los paisajes y personajes que encontraba a su paso y dejó un legado de obras en la región. Una de ellas es “Campesino” de 1915, donde se idealiza al agricultor. Éste, al borde de la montaña, observa heroicamente el paisaje, su denso follaje y la geografía montañosa. En la pintura se destaca la fertilidad y lo selvático del territorio, que se contrasta con la aridez de la tierra bajo los pies del personaje, que con fusil en mano lo conquistará.
Caspar David Friedrich
El caminante sobre un mar de nubes, 1819
Óleo sobre lienzo
94.8 x 74.8 cm
Colección Kunsthalle de Hamburgo, Alemania
A finales de 1600 e inicios de 1700, empiezan movimientos políticos, económicos y sociales en Europa que provocarán la independencia de los países de América y el fin de la época colonial. En las artes vemos esta influencia en el movimiento artístico llamado romanticismo, que incide en la música, la pintura, la literatura y la política.
Y una de las pinturas más representativas del romaticismo es “El caminante entre un mar de nubes” del alemán Caspar David Friedrich; donde el personaje en la cima de la montaña mantiene una pose heroica, cuando en la vida real podría estarse congelando, de manera que se idealiza la figura.
Max Vollmberg fue un alemán que hizo un viaje por Centroamérica pintando los paisajes y personajes que encontraba a su paso y dejó un legado de obras en la región. Una de ellas es “Campesino” de 1915, donde se idealiza al agricultor. Éste, al borde de la montaña, observa heroicamente el paisaje, su denso follaje y la geografía montañosa. En la pintura se destaca la fertilidad y lo selvático del territorio, que se contrasta con la aridez de la tierra bajo los pies del personaje, que con fusil en mano lo conquistará.
Max Vollmberg
Campesino, 1915
Óleo sobre lienzo
69 x 117 cm
Donación de Emilia Deininger, Colección Fundación “Julia Díaz”
Las ideas en cada época afectan la manera de representar y "entender" la pintura.
Después de que El Salvador se separara de la Federación Centroamericana en 1841, pasaron décadas en conflictos armados hasta lograr gradualmente una consolidación económica y social y, para inicios de 1900 existe un interés público y privado en la construcción de una identidad nacional. Ejemplos de dicho interés son: la publicación de “El libro del trópico” de Arturo Ambrogi en 1915, en el que describe un panorama casi idílico del trabajo del campo en El Salvador; o el traslado en 1928 de la escultura del indio “Atlacatl” de Valentín Estrada desde España a El Salvador por parte del gobierno salvadoreño.
En la pintura de Laínez se observa el volcán de Izalco al fondo, el cual tuvo erupciones constantes desde mediados de 1700 hasta 1958. La pintura demuestra el asombro del exótico paisaje local en esa época (1908), visto desde las ruinas de una antigua iglesia colonial que nos recuerdan al pasado.
Juan José Laínez
Ruinas de Izalco, 1908
Óleo sobre lienzo
149 x 233 cm
Colección Casa Presidencia
La pintura “El valle de Jiboa” realizada aproximadamente en 1925 por Miguel Ortiz Villacorta, pintor salvadoreño de inicios del siglo XX, nos muestra el exotismo de la actividad volcánica de nuestro territorio, representado en las fumarolas al pie del volcán.
Además encontramos la referencia a la fertilidad del territorio en los distintos espacios de cultivo, que se observan bien delimitados en la imagen; de nuevo con una mirada desde la cumbre y el horizonte delimitado por el volcán de San Vicente.
Miguel Ortíz Villacorta
Valle de Jiboa, ca. 1925
Óleo sobre lienzo
89 x 100 cm
Colección Nacional de Artes Visuales, Ministerio de Cultura de El Salvador
La visión del conquistador y el romanticismo son herencias de la mirada del otro sobre el paisaje local, que derivará en la construcción de los paisajes por parte de pintores locales, como el de Nery Alfaro de “San Marcos” en 1985, con colores cálidos que recuerdan a una tarde de verano y todos los techos de teja de barro que nos transportan al pasado.
José Nery Alfaro
San Marcos, 1985
Óleo sobre panel de madera
6 x 5 cm
Colección Patronato Pro Patrimonio Cultural de El Salvador, Museo MARTE
Y aunque es necesario aclarar que no todos los paisajes que se pinten localmente seguirán esta estructura (vista desde lo alto hacia un valle con montañas al horizonte); es importante mencionarla, pues al ser común desde la época colonial, podemos considerarla como una particularidad en la pintura del paisaje local, lo cual abona a la construcción de una identidad propia dentro de la plástica.
Salvador Salazar Arrué (Salarrué)
La cruz, sin fecha
Óleo sobre lienzo
61.5 x 70.5 cm
Colección Fundación “Julia Díaz”