Aguas Turbulentas

El agua ha sido un detonante de cuentos y leyendas en todas las culturas. Sin ella no hay vida, pero también ha sido utilizada como símbolo de limpieza y renovación, evocadora, estética y sobrecogedora en el paisaje.

Las pinturas de Mauricio Linares Aguilar, nos recuerdan a paisajes de la costa o marinos, al jugar con la perspectiva, las texturas y los colores, transforma estos espacios en una invitación a la contemplación y la reflexión.

Las representaciones del agua en las siguientes obras de arte son un vehículo que nos invita a ver más allá de la superficie. Tomemos la pintura de Linares como una puerta a este recorrido, donde la transparencia de la superficie nos deja ver un poco más profundo en esas aguas revueltas. Un remolino que nos invita a dejarnos llevar por él y encontrar lo que está más allá de la imagen.

Las obras de arte pueden ser ventanas a mundos fantásticos y atemporales; como en la pintura de Luis Lazo Chaparro “Medusa”. Segun una de la historias de la mitologia griega, Medusa fue transformada por Atenea, con el fin de protegerla después de la violación que sufrió de Poseidón, y así nadie mas pudiera acercarcerle.

En la pintura ella se adentra en el mar quizás para enfrentar a Poseidón y surgir victoriosa. El mar en calma y el atardecer a sus espaldas, nos refiere al final de este relato, como un mito que puede seguir evolucionando.

Así las obras nos ofrecen una entrada a aventuras de culturas lejanas.

Las obras nos invitan a ver más allá del color y la textura, y las abstractas aún más. Elementos como el punto de vista, las formas y la escena, nos dan pistas de lo que sugiere la obra.

Esta pintura de Aguilar en la que observamos dos secciones de color y textura ligeramente diferentes, una es más áspera que la otra y con un tono levemente más oscuro.

Nos invita a usar nuestra imaginación para descifrar lo que estamos observando, de manera que podemos reconocer un volcán que se eleva frente a nosotros en un día de tormenta, visto desde la tierra.

Pero también podría ser una península y el mar en una tarde nublada, si nos imaginamos que lo vemos desde arriba, como un pájaro.

Ver más allá es indispensable para apreciar y realizar obras de arte, es claro que el entorno y contexto influye en la creación de las mismas y a veces al observar con atención se dan descubrimientos, reconocimientos, o encuentros.

La escultura “Ola” de Negra Álvarez, es un ejemplo de cómo la creatividad nos permite ver elementos y territorios en los lugares menos esperados.

La textura del objeto es destacada con pintura por la artista, transformándolo en un fragmento de una historia que podemos construir, al reconocer y resignificar sus formas y texturas; con lo cual refiere a un caudal de agua y se convierte en islas, montañas, laderas, ríos, corrientes y en un ola que se eleva.

El paisaje no solo es la representación de un espacio físico o imaginario, generalmente al aire libre, sino el conjunto de elementos que lo configuran y que podemos reconocer como: texturas, colores, montañas, árboles, edificaciones, el mar, el cielo, el espacio, etc.

La pieza “Playa” de 1962 de Carlos Cañas, es un ejemplo claro de un abstracto que nos invita a ver con cuidado y encontrar esas conchas y caracoles que se ven borrosos por las aguas espumosas del mar. Estas aguas se acercan a esa costa de arena negra donde algunas marcas, quizás pasos, se deforman y están a punto de borrarse. Todo lo anterior es más que una imagen, nos ofrece un momento, un recuerdo o una historia por contar.

El mar es parte de nuestro paisaje local, y parte de nuestro imaginario colectivo, es nuestro lugar de vacaciones, de descanso, es parte de lo que nos caracteriza como salvadoreños. En nuestro país hay algunas de las mejores playas del mundo para el surf; pero parte de nuestra realidad es la también la violencia. Estos dos elementos que parecen no relacionarse los encontramos en la obra “Mis mares” de José Rodríguez. Esta deriva de un proceso de reflexión sobre la violencia social, los asesinatos y desmembramientos. Puede ser una manera de manifestar su dolor, frustración y enojo ante los hechos, con un proceso que va de la violencia a la calma, un desahogo, atacando el lienzo con un machete hace cortes que poco a poco van reconfigurando la superficie, en líneas que son heridas abiertas, y que de manera muy sutil recuerdan a olas del mar.

Los contextos sociales pueden ser turbulentos, pero también los personales, y las pinturas de Álvaro Pérez son un buen ejemplo, pues surgen de un proceso, donde las emociones son indispensables para realizar la pieza; él trata de proyectarlas en el lienzo, transformando la obra en una simbólica forma de darle cierto orden al caos; como tratando de apaciguar una tormenta.

Esta nos muestra tejidos desgarrados con secciones cortadas, como huellas en la superficie que se integran a ese espacio etéreo en el lienzo.

La obra se transforma en un espacio íntimo y ofrece colores, manchas y texturas que refieren a emociones que se difuminan en la bruma, como recuerdos turbulentos en la memoria, que no desaparecen del todo; O quizás son marcas en la superficie, como los escombros en la playa luego del huracán.

Las pinturas de Canessa derivan de un proceso casi coreográfico con el que las realiza, en ellas se percibe una búsqueda por controlar el caos; observamos la tensión entre la liquidez y fluidez de la tinta sin aparente control, y las cantidades y colores adecuados, así como el dominio de los tiempos de secado y de los materiales usados; todo ello armoniosamente ejecutado por la artista.

Así la liquidez y fluidez de la tinta, la delicadeza de las transparencias y la pureza de los colores son cualidades que se pueden vincular con la feminidad. Y la delicadeza de las texturas, los sutiles reflejos y brillos, y el suave satinado del papel cargan a la obra de sensualidad.

En sus obras la tormenta ha menguado y encontramos una hermosa y armoniosa calma, que nos invita a observar con atención los territorios que se han configurado, e imaginar esos mundos que dejó tras de sí.

Salarrué, como escritor y pintor, era un creador de estos mundos extraordinarios, y en esta ilustración para su texto O-Yarkandal, “La isla del ser y el no ser”, dicha isla se diluye entre las líneas sinuosas que recuerdan olas del mar, o nubes al atardecer, pero Salarrué nos invita a observar, a reconocer un mundo más allá del dibujo, dándole sentido a estos trazos y colores, pues no tiene por qué representarla, pero podemos la reconocerla con nuestra imaginación.

Podríamos considerar las obras de arte como aguas turbulentas, a veces son sociales y otras personales, complejas e inciertas, pero a la vez son espacios que no nos permiten ver más allá; son una posibilidad para la imaginación, que nos invitan a observar con cuidado, y a reconocer mundos, personajes e historias.