Sed de trópico

Tania Pleitez

1
Abro la ventana.
Máquinas fragmentan el asfalto
motores destejan el silencio.
La ciudad y su música: 
sirenas y cláxones al unísono 
arrítmicos, vanguardistas.
Quiero pensar como John Cage 
escuchar una sinfonía en esta fábrica cosmopolita
cuerdas sonoras de metal y artilugios, 
pero asedia el recuerdo de las cacatúas.
 
Cierro la ventana y lamo la madera de la mesa 
busco huellas de orquídeas en ese tronco geométrico,
seco y mutilado.
Sin descendencia y sin cuerpo
sin país y sin trópico
me queda hoy y la memoria. 

2
Piel tatuada de sal,
me penetra el azul fecundo del Pacífico 
mientras las olas maduran como ensayo de saxofón.
Mi cuerpo abre sus ojos 
cimbreantes granitos de arena con mirada elástica,

       / encendida. 
Átomos galopan agitados 
y conversan con Duras, Bataille, Ollé.

El cielo es mantequilla,
se derrite entre mis dedos.
Amarillos y verdes salen en bandada,
pájaros antes de un torrencial.
Mar único, tropical e imposible. 
Penetras duro 
desvelas mi piel descarnada. 
Invades con preguntas, una tras otra. 
Anulo mi cuerpo y me balanceo entre signos de

        / interrogación.
¿Por qué he de ser de un sólo país?
¿Por qué he de ser sólo mujer?
¿Por qué un sólo destino?

3
Neuronas bailan con alucinógenos.
Estiércol de vaca, nido de hongo mágico.
Infusión de hechicero.
Trópico sin espectáculo, sin acordeón,
ácido y fino, burlón y tierno, 
reventaste el vidrio en mi rostro, 
abriste una rozadura minúscula, 
grietas olvidadas,
heridas, al fin y al cabo. 

Raúl Elas Reyes (El Salvador, 1918-1997)
Trópico (Detalle)
1976-1985
Óleo y acrílico sobre lienzo
146 x 108 cm.
Donación Industrias La Constancia, Colección MARTE