Anatomía de la Mujer Pez

Krisma Mancía

Dicen que soy una nena terrible. Una nena mala,
con un alma antigua,
con el don de las sonámbulas,
con la anormalidad de lo que haría la gente sana.
Dicen que soy una flecha mortal,
un escarabajo con su bola de estiércol,
una voz demasiada fuerte para la pureza,
una nena tormentosa que jamás tuvo que saber que
toda mujer debe decidir qué hacer
con lo que entra y sale de su cuerpo.
Hay solo una vida y pienso usarla
como se usa una bala.
Tengo el poder sobre mí,
por eso soy una nena terrible. Una nena mala.
De ese tipo de nenas que poseen la belleza
atada a cintura todos los días,
pegada a la piel como calcomanía,
descolgada de la viñeta,
distraída de los códigos de barra.
De las que corren en una banda sin fin,
sin motivo y sin encanto.
Una nena maldita
que hace valer su peso en oro.
Peligrosa y políticamente incorrecta:
si me gritan, yo grito más alto,
si me encadenan, yo me mutilo
las manos o los pies con los dientes.
Nunca doblaré mis rodillas
ni diré:
“He aquí tu esclava, Señor”,
porque nadie meterá en mi cuerpo pajarracos

        / dudosos,
ni atará mi voz a la virtud del silencio,
ni pondrá mis alas en cautiverio.
Dicen que soy cuestionable en toda mi anatomía,
en toda mi condición de mujer.
Infiel a las costumbres,
transgresora de cualquier ligadura,
escandalosa ante toda orden moral.
Una descalza. Una mutante
con un ejército de lunares en los hombros.
Un bombón sin cobertura contra incendios.
Una mujer pez
que escapa de la red.
Quizá tu perdición. Quizá mi salvación.
Quizá la mujer de tu vida.
Quizá la ventana donde saltar.
Una vez tú. Una vez yo.
Eso es lo que dicen.
Pregúntame qué clase de nena soy
y te sonrío
viéndote a los ojos.

Benjamín Saúl (1924-1980)
Mujer pez, Ca
1970
Bronce
73 x 38 x 36 cm.
Colección privada